Por: Jhonathan Méndez/ Timbales, xilófonos, campanas tubulares y más de una docena de instrumentos llegaron para fortalecer una agrupación que, durante años, resistió al abandono. Y aunque podría parecer una simple entrega, lo que se vivió fue mucho más que eso: fue un acto de reparación, de justicia simbólica y de reconocimiento.
Una banda que volvió del silencio
La Banda Sinfónica de Santander tiene una historia larga, vibrante, pero también herida. Fundada en 1878, acompañó durante décadas los hitos históricos y celebraciones del departamento. Sin embargo, durante más de 20 años estuvo silenciada por la indiferencia institucional.
En 2022, resurgió gracias al esfuerzo colectivo de músicos, gestores y defensores de la cultura. Y en 2023, fue oficialmente reconocida e institucionalizada por la Asamblea Departamental. Hoy está compuesta por 41 músicos profesionales que no solo interpretan obras: interpretan memoria, identidad y territorio.
“Las bandas no solo interpretan música, narran nuestra historia y fortalecen el tejido social”, dijo la ministra Juanita Kattam Kadamani. Y no se equivoca. Porque cuando una banda resiste, también lo hace la comunidad que la acompaña.
Cultura con visión: ¿ahora sí?
Durante el evento, el gobernador Juvenal Díaz anunció un plan decenal de cultura, la recuperación de monumentos históricos como el archivo de Bucaramanga y el Colegio Universitario de Vélez, y la inclusión de artistas formadores en instituciones educativas. También mencionó un sistema de apoyo para artistas mayores sin pensión.
Son propuestas necesarias, justas y esperadas. Pero la cultura ha aprendido a dudar de los anuncios. No bastan las promesas; hace falta continuidad, voluntad y presupuesto. Porque el arte no se mantiene con aplausos ni buenas intenciones: se sostiene con decisión política y con inversión constante.
Como bien lo expresó Roberd Martínez, director titular de la Banda: “Una banda sinfónica es una forma de educar, de formar ciudadanía, de llegar al alma de las personas”. Y en tiempos de fragmentación social, la cultura puede ser ese puente que nos vuelve a reunir.
Una inversión que no hace ruido, pero cambia vidas
La dotación entregada a Santander hace parte de una inversión nacional que supera los 28 mil millones de pesos, beneficiando también a bandas del Tolima, Valle del Cauca y Caquetá. Se trata de una apuesta por la paz desde la creación, desde lo simbólico, desde lo que conmueve.
El programa Artes para la Paz es más que un nombre: es un recordatorio de que donde suena una banda, se apaga un silencio. Y que cuando la música tiene respaldo estatal, se convierte en una herramienta real para transformar territorios.
Hoy, la Banda Sinfónica de Santander no solo recibe instrumentos: recibe dignidad, respaldo, reconocimiento. Y eso —en un país donde la cultura ha sido históricamente postergada—, ya es un hecho político.
Porque cuando una sociedad elige invertir en cultura, no está regalando plata: está asegurando memoria, pertenencia y futuro. Que suene la Banda. Que suene Santander. Pero que suene con todo.
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*Artista y consejero cultural santandereano.
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