Un hombre nacido en una cuna de oro y que fue catapultado –con tan solo 35 años– a lo más alto del poder en Ecuador.
A Daniel Roy Gilchrist Noboa Azín tampoco le faltan ceros en el banco para ser uno de los hombres más pudientes del país suramericano, ni contactos para tener –posiblemente– a la mitad de un país a sus pies. Y es que este hijo de magnate representa la herencia más suculenta de Ecuador: su padre, el empresario bananero Álvaro Noboa, es el hombre más rico del país.
Pero lejos de alardear de una abultada cartera en público, Noboa entendió que llegar a la Presidencia no pasa por convencer a una pequeña parte del electorado –como lo hizo su padre cuando intentó hasta en cinco ocasiones llegar a la Presidencia–, sino de llegar a todo aquel que pueda depositar un voto en una urna.
Y a juzgar por los acontecimientos de 2023, cuando se alzó de forma provisional a la Presidencia, supo hacer llegar un mensaje atractivo: autodefinido de centroizquierda, sedujo a parte de la derecha y aplicó una economía neoliberal. Para algunos, líder populista; para otros, supo hacer uso de los medios.
Así, el líder del partido –fundado por él– Acción Democrática Nacional fue y es ante todo un ‘influencer’ de primer nivel ante el electorado, junto con su pertenencia a la denominada generación ‘millenial’, que prefiere comunicarse vía redes sociales en lugar de los medios tradicionales o subirse a la tarima.
Sus mensajes en redes –como X, Instagram o TikTok, entre otros– son suficientes: claros, concisos y directos. Su atuendo, informal, una imagen de frescura en la política. Pero en un año, Noboa ha acumulado varias polémicas.
La élite en el palacio
Su primer suspiro fue en 1987 y no lo hizo en el país que quiere seguir comandando, sino en un hospital de Miami, en Estados Unidos. Su educación superior, también tuvo acento anglosajón en prestigiosos centros del país norteamericano al alcance de pocos, como Harvard, la Universidad de Nueva York o la Universidad George Washington. En cuanto a su experiencia laboral, pasó por los despachos de las empresas de su padre.
Pero acostumbrado a desayunar, almorzar y cenar escuchando política, se lanzó a las bancadas. Y no solamente por su padre, reincidente al intentar llegar a la Presidencia; también por su madre, Annabella Azín, que ha servido como parlamentaria y que hasta el día de hoy volverá a figurar en los hemiciclos tras haber sido elegida diputada.
En 2021, Noboa ya era una figura pública en la política nacional y en 2023 dio un salto prematuro por la retirada de su antecesor en el cargo, Guillermo Lasso.
Los resultados le sonrieron: derrotó a la misma persona que en la segunda vuelta de las presidenciales de 2025 le quiere hacer sombra, la izquierdista Luisa González.
Desde “caprichoso”, a flirtear con “actitudes dictatoriales”. Oposición y correísmo son implacables al calificar al joven mandatario, a quien el mismo Rafael Correa le llama ‘calígula’, en referencia al tercer emperador romano.
Pero su astucia, sin apodos, le han valido la aprobación de muchos: el mandatario ha podido llevar a cabo reformas económicas dolorosas para la población, como la subida del IVA o la reducción de subsidios a la gasolina sin que las voces de las calles penetraran en los gruesos vidrios de las ventanas de palacio. De hecho, el déficit de 5.000 millones es razón suficiente, alegó el mismo Noboa, para que las reformas no pudiesen esperar.
Mano de hierro
Noboa no titubea cuando se trata de aplicar la fuerza. De hecho, su bandera es el orden. Atlético, tatuado y de rutinas fijas: pocos son los que siguen sin conocer su rígido programa de gimnasio. Pero esa misma disciplina la aplica en su forma de dirigir el país. Su incursión policial a la embajada de México en Quito para capturar al exvicepresidente correísta Jorge Glas, condenado en Ecuador por corrupción, fue un aviso a la comunidad internacional.
Pero, a nivel nacional, sus actuaciones ya eran conocidas por sus ciudadanos.
Al ejercer de cabeza en la mesa ejecutiva ya avisó: «nunca se imaginaron que yo tuviera los huevos para declararles la guerra», dijo en una entrevista en referencia a la guerra que declaró al narcotráfico.
Y añadió gasolina: «Necesitamos más soldados para pelear esta guerra. El 70% de la cocaína mundial sale por Ecuador, necesitamos la ayuda de las fuerzas internacionales», dijo a la BBC.
Efectivamente, mostró poca flexibilidad con el crimen organizado. De hecho, en 2024 Ecuador fue el país de Latinoamérica con más asesinatos en proporción a su población, según Insight Crime.
Pero su mandato, que empezó en 2023, hizo que el crimen bajara: Noboa se atribuye haber disminuido la tasa de homicidios del récord de 47 por cada 100.000 habitantes en 2023, a 38 en 2024.
«Nosotros no somos una promesa. Nosotros somos una realidad», afirmó Noboa.
Pero, esa mano dura le ha valido críticas. Organismos de Derechos Humanos, como Human Rights Watch, le han señalado por posibles abusos de la fuerza pública durante los prolongados estados de excepción y la declaratoria de conflicto armado interno.
Además, ha buscado apoyo en el mismo Donald Trump para luchar contra el crimen y no descarta el regreso de bases militares extranjeras, que hoy están prohibidas por ley.
No contento con sus contingentes, Noboa anunció una alianza con Erik Prince, fundador de la opaca empresa estadounidense de seguridad Blackwater, cuyos empleados –o mercenarios– mataron e hirieron a decenas de civiles en Irak.
El «ave fénix»
Noboa lo dejó muy claro: “Recuerdo el primer día que estuvimos aquí. Poco más de un año después puedo mirar atrás y decirles que enfrentamos los retos, y nos hemos puesto de pie. Que este no es el país que nos dejaron. Que hemos logrado pagar deudas históricas y poner en orden el desastre de las finanzas públicas. Que hemos capturado a cabecillas y bajados índices de violencia. Que nos hemos levantado de las cenizas”. En imágenes, un vídeo publicado en redes sociales y cuatro aves fénix tatuadas en su brazo izquierdo.
El animal mitológico simboliza, asegura, su lucha por acabar con el crimen y hacer que Ecuador «resurja de sus cenizas». Por ello, su plan más ambicioso lleva el mismo nombre, el Plan Fénix.
Al más puro estilo del salvadoreño Bukele, el mandatario ecuatoriano ha desplegado militares en las calles, cambiado a la cúpula militar, detenido a miles de personas e ideado dos megacárceles. Pero las entrañas del famoso plan yacen bajo llave en el interior de los muros de palacio. Solamente, de vez en cuando, saca a relucir los avances que ese plan le ha dado sobre el crimen.