Por: Carlos Mario Gómez García/ Los modelos educativos en Colombia y en el mundo están basados en metodologías diseñadas y reforzadas desde siglos anteriores, pedagogos tradicionales son los que marcan las directrices de la forma como se enseña y de cómo se debe aprender en la escuelas y colegios.
Si se dialogara con docentes y directivos de establecimientos públicos o privados del país cada uno tiene un proceso de enseñanza distinto que pretende apuntar al mismo objetivo lo paradójico de todo esto que en muchas ocasiones se establecen líneas teóricas muy claras que poco se evidencian en el aula.
Cuando se realiza un recorrido por algunas instituciones del país unos estipulan en su publicidad que su establecimiento educativo utiliza el método Montessori, otros por su parte hablan de Piaget y Vygotsky como fundamentos de su forma de enseñar y aprender.
La realidad es que establecer un método de enseñanza basado en unos conceptos teóricos aplicados a la actualidad deja vacíos ya que estos fueron diseñados y establecidos en un momento de la historia y de la sociedad diferente a la actual, aunque es posible su aplicación parcial el cambio generacional genera un reto diferenciador en la práctica docente.
La actual generación de niños, niñas, jóvenes y adolescentes tienen como características comunes aspectos de sensibilidad mayores a lo de generaciones anteriores, el diálogo, la escucha, el arte entre otros hace que se expresen en lenguajes que en muchas ocasiones son difíciles de entender.
Pero dentro de lo poco común que se vuelve la aplicación de ciertos métodos de enseñanza hay uno que puede generar un mayor impacto en la sociedad actual, esto parte como muchas teorías desde aspectos psicológicos, es decir que la educación esta ligada a procesos psicológicos no es descabellado todo lo contrario están ligados por ser parte del desarrollo psicológico, físico, emocional entre otros.
El ver la felicidad como un método de enseñanza – aprendizaje puede significar algo nuevo para un sistema educativo encasillado en el siglo XVIII o XIX ya que si se hiciera una comparación de las aulas están no abrían cambiado mucho desde aquellos siglos hasta la actualidad.
El padre de la psicología positiva Martin Seligman, un estadounidense afirma que la felicidad se logra a partir de hábitos y creencias que van cambiando con el tiempo; es decir que la labor no solo está en poder enseñar a aquellos sobre matemáticas o ciencias, también está en el poder enseñar a manejar aspectos importantes de su propia vida.
Hoy los procesos curriculares en su gran mayoría están enfocados a lo académico, de la pandemia se debió reformular aspectos importantes de la enseñanza y del aprendizaje, muchas personas de manera especial nuestros niños, niñas y jóvenes aún no superan muchos de lo sucedido en el 2020.
Lograr incorporar la felicidad al proceso educativo denota un nivel de transformación en la sociedad de niveles superiores, comprender que la riqueza o lo material no es suficiente para ser feliz, pero que a su vez las relaciones interpersonales y la aceptación de si mismo tampoco lo es, es un complemento que puede conllevar a la felicidad.
Por su parte desde las edades infantiles la añoranza de llegar a la escuela para muchos es un anhelo, genera que se apertura a vivir en un mundo mucho más complejo para un niño o una niña, enfrentarse a esa realidad la cual afronta con felicidad y sonrisa la desdibujando a lo largo de los días por las situaciones que enfrenta.
Para enseñar desde la felicidad hay que estar feliz y feliz no es estar sonriente o poniendo cara de alegría siempre, existen maestros que no disfrutan de su labor, por diferentes factores, sean de salud, económicos o personales, esto hace que esa infelicidad sea transmitida a los estudiantes en el aula.
Entender que cada ser humano es un mundo complejo no significa que mi infelicidad deba transmitirla a los demás, muchas de las situaciones que se presentan en las instituciones educativas están basadas en la poca empatía hacia lo que sucede con el otro.
Si desde el maestro con sus dificultades afronta su profesión desde la perspectiva positiva como lo expresa Martin Seligman podría haber un cambio en el aprendizaje, el estudiante estaría dispuesto a aprender, esto conlleva a su vez que el mismo sistema estructure un proceso diferente que no esté inmerso solo en el aprendizaje.
Si bien es cierto que se debe aprender ciertos conceptos la felicidad de los niños se está marchitando cada vez más materias, la felicidad de niño o niña se va borrando al cargar maletas grandes y pesadas, la cantidad de deberes académicos y que poco entiende o jornadas académicas largas que no son aprovechadas de la mejor manera.
Es momento de dar un cambio de calidad y no de cantidad, hacer que la felicidad se apodere de las instituciones educativas, que estas están llenas de risas y no de llantos, de estructurar un programa académico que llene las expectativas de una sociedad cambiante pero que brinde las herramientas para enfrentarlas, que el educar se haga con alegría y no de obligación, que el aprender se haga por motivación y no porque me toca.
De esta manera y como lo dice Héctor Abad Faciolince el mejor método de educación es la felicidad y es para lo poco que estamos preparados.
…
*Licenciado en educación, especialista en educación y magister en educación, Abogado, especialista en derecho constitucional, Docente en el sector público por más de 20 años.
X (antes Twitter): @CarlosM6488950
Tik-tok @elprofecarlosmario
Instagram: gomezcarlos8225