Por: Amparo Vásquez Borja/ El matrimonio, con todas sus promesas de amor eterno, debe fundarse en valores esenciales como el respeto, la lealtad y la consideración. Pero, ¿cuántos se detienen a pensar que, para amar a otro, primero hay que amarse a uno mismo?
Hoy en día, el matrimonio se ha vuelto algo tan desechable como un plan de telefonía móvil sin cláusula de permanencia. Nos embarcamos en relaciones sin tomarnos el tiempo de conocernos realmente, sin cuestionar si estamos listos para compartir la vida con la pareja y todo lo que conlleva: sus traumas, sus costumbres y hasta sus malos hábitos. Y cuando las cosas se tuercen, el divorcio parece ser la salida lógica. Pero, ¿es suficiente? En especial, cuando hablamos de violencia intrafamiliar, ¿qué sucede con la reparación?
La violencia intrafamiliar es una de las principales causales de divorcio en Colombia, regulada por el Código Civil en su artículo 154. Esta violencia no es solo física, también puede ser psicológica, verbal o emocional, y afecta principalmente a las mujeres. Según las cifras, año tras año, los casos de violencia intrafamiliar siguen en aumento, mientras que la justicia parece no responder con la celeridad y contundencia que la situación amerita.
Aquí es donde entra el tema de la reparación. En Colombia, existe la posibilidad de obtener una indemnización por parte del cónyuge culpable de la violencia, pero esto solo ocurre si la víctima presenta la demanda dentro de los dos años siguientes a los hechos. Sin embargo, en la práctica, muchas mujeres no guardan pruebas, no denuncian a tiempo, ni buscan ayuda psicológica para documentar el daño emocional. Es una triste realidad: lo que no se denuncia, no se repara.
La violencia no es parte de la convivencia, y nunca lo será. El inciso 5 del artículo 42 de la Constitución Política lo deja claro: cualquier forma de violencia destruye la armonía y la unidad familiar, y debe ser sancionada conforme a la ley. El problema radica en que muchas veces las víctimas permiten, consciente o inconscientemente, que el ciclo de abuso continúe, por miedo a perder su hogar, a perder lo construido en familia, a quedarse solo o por falta de apoyo.
Señores, lo que se permite, se repite.
Habla con tu madre, con tu amiga o con un psicólogo, pero no lo calles, otras personas a tu alrededor, logran ver lo que tu misma no puedes o no quieres ver, ya sea por desconocimiento, por enamoramiento o por miedo a reconocer que sufres de violencia.
Recuerda que las personas no son violentas de repente, normalmente muestran comportamientos violentos con su madre, con sus hermanos, y créanme, esas son banderitas rojas que muchas veces dejamos pasar por alto.
Reflexión:
La mejor manera de evitar la violencia intrafamiliar es cuando tenemos autoconocimiento, sabemos lo que somos, lo que valemos y lo que merecemos.
Si eres víctima de violencia, denuncia. No esperes a que la situación escale a niveles irreparables. La violencia, física o emocional, nunca es aceptable, y la ley está de tu lado. El divorcio puede ser el primer paso hacia tu libertad, pero la verdadera justicia llega cuando logras reconstruir tu vida, libre de miedo y con la dignidad restaurada. Nunca es tarde.
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*Abogada en Insolvencia Empresarial y Bienes Raíces. Especialista en derecho administrativo.
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