Por: Jhon F Mieles Rueda/ Lastimosamente Colombia, un país con paisajes exuberantes, diversidad cultural y riquezas naturales, ha sido durante décadas escenario de una tragedia que ha afectado a millones de colombianos: el conflicto armado.
Desde mediados del siglo XX, como colombianos hemos sufrido las consecuencias de un conflicto prolongado, una guerra civil no declarada que como sabemos involucra a guerrillas, paramilitares, narcotraficantes y, en muchos casos, a sectores del Estado. Este conflicto ha dejado una huella imborrable en la historia del país: miles de muertos, 8.6 millones de desplazados y generaciones enteras viviendo con miedo.
Sin duda alguna, las comunidades rurales han sido las más afectadas, enfrentando masacres, desplazamiento forzado y la ausencia casi total de la presencia estatal en muchas regiones. Los centros urbanos, aunque en menor medida, tampoco han estado exentos de atentados, secuestros y una violencia que ha permeado todos los aspectos de la vida social y política.
A pesar de los esfuerzos de varios gobiernos para negociar la paz con los actores armados, la paz completa siempre ha parecido esquiva. El Acuerdo de Paz firmado en 2016 con las FARC fue un paso importante, pero no definitivo. Mientras tanto, otros grupos armados como el ELN y bandas criminales se fortalecieron y han continuado operando, además de los constantes retos del narcotráfico. Es un ciclo que ha sido difícil de romper.
No obstante, es válido hacernos una pregunta ¿cómo sería una Colombia en paz? Imaginemos, por un momento, un país donde el conflicto armado finalmente termine, donde las armas sean reemplazadas por el diálogo y la reconciliación. En este escenario utópico, podríamos pensar en una Colombia profundamente transformada, una nación que no solo ha superado su pasado violento, sino que ha aprendido de él y se ha reinventado para ser porque no, una potencia económica en la región.
En lugar de desplazamientos forzados, las personas volverían a sus tierras con seguridad y garantías. Las zonas rurales, tradicionalmente las más golpeadas por el conflicto, experimentarían un renacimiento. La agricultura florecería con la llegada de proyectos de infraestructura, asistencia técnica y acceso a mercados internacionales. Colombia tiene un potencial agrícola enorme, no solo para alimentar a su población, sino para fortalecerse como potencia exportadora de productos como el café, cacao, flores, frutas exóticas y otros bienes.
Con la paz vendría también la posibilidad de aprovechar plenamente el turismo. Colombia es un país privilegiado en términos de biodiversidad, desde sus costas en el Caribe y el Pacífico hasta las montañas de los Andes y la selva amazónica. Como hemos presenciado en las zonas donde antes operaba las FARC, se ha desarrollado el turismo y se han descubierto grandes maravillas naturales antes desconocidas por los viajeros.
La paz permitiría también que el Estado se concentre en resolver los problemas estructurales que han alimentado la violencia durante tanto tiempo. La pobreza, la desigualdad y la falta de acceso a servicios básicos son algunos de los principales factores que han perpetuado el conflicto. Con una inversión adecuada en educación, salud e infraestructura, especialmente en las zonas más marginadas, Colombia podría reducir significativamente estas brechas.
Una Colombia en paz sería, sin duda, un actor mucho más fuerte en la región. El país ya tiene una de las economías más grandes de América Latina, y con la estabilidad que traería la paz, podría consolidarse como una potencia regional.
Sectores como la industria, la tecnología y la energía tendrían el entorno necesario para crecer. Además, el país podría fortalecer sus relaciones diplomáticas y comerciales con el resto del mundo, convirtiéndose en un líder en áreas como la protección ambiental y la lucha contra el cambio climático, gracias a su vasta biodiversidad.
La paz también traería consigo un cambio en el tejido social. Durante décadas, la desconfianza y el resentimiento han prevalecido entre diferentes sectores de la sociedad. Sin embargo, un proceso de paz exitoso requiere más que la simple firma de acuerdos; necesita reconciliación. Este proceso no sería fácil, pero es indispensable
En conclusión, no debemos de dejar de soñar ni de preguntarnos como sería una Colombia en paz. Sin duda sería un país donde las oportunidades serían más accesibles para todos por ello, no se debería desistir en la negociación de los grupos al margen de la ley, ya que, la paz no solo significaría el fin de la guerra, sino el inicio de una nueva era, donde Colombia podría finalmente ocupar el lugar que merece en el escenario global: como una potencia de paz, desarrollo y esperanza en América Latina.
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*Profesional Agroforestal, escritor y político local.
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