Por: César Mauricio Olaya/ En días pasados tuve un afortunado encuentro con la ex alcaldesa del pueblito de las cascadas y de las montañas mágicas que inspirarían desde su cuna, como lo cuenta en su autobiografía, al más grande músico que ha dado Colombia en el panorama mundial de la música clásica, el maestro Luis A. Calvo.
Hablo de Aidubby Mateus y por su puesto de Gámbita y digo que afortunado, porque no solo tuve en ella una estupenda guía por los maravillosos parajes naturales de su tierra natal, sino que me encontré con un territorio donde el agua se vuelve poesía en sus juegos de rápidos y cascadas que se disipan en fantásticas emulaciones a panoramas visibles solo a los ojos de la sensibilidad.
Pero las sorpresas no terminarían en ese corto periplo por estas geografías, sino que se irían ampliando en la medida en que con cada conversación, encontraba en la joven ex mandataria, una verdadera caja de Pandora donde por ejemplo, me sorprendió gratamente su gran conocimiento en materia musical autóctona, en donde las conversaciones en torno a la creación musical de su paisano Calvo se podrían hacer eternas, pues reconoce todas las formas compositivas y todos los compases que entre rápidos acordes y finales lentos de disipadas y nostálgicas notas, le dan cuerpo a sus famosos intermezzos.
Así, mientras recorríamos los caminos multiplicados en la geografía de valles de inmensa profundidad, conocí para mi sorpresa absoluta, de la hermosa música interpretada por el Quinteto Leopoldo Federico, un grupo musical colombiano, que el año pasado fue nominado al premio Grammy Latino al mejor álbum de música folclórica, precisamente con su producción El Trebol Agorero, en el que rendía homenaje al Maestro Luis A. Calvo.
Con la evidente emoción de una verdadera conocedora, mi guía de estas rutas me hizo caer en cuenta de que no se trataba de una orquestación tradicional más, puesto que el invitado de honor y rey de esta agrupación, era el bandoneón, instrumento que de primeria correlación, evoca a un tango gardeliano, pero qué en maravilloso sincretismo con tiples y requintos, convierte pasillos, bambucos y valses criollos, en una verdadera elegía a la magia musical.
Turno para José A. Morales
Con la sorpresa y la alegría de los días compartidos de extensas tertulias en torno a la música colombiana de tradición, al legado del Maestro Luis A. Calvo, al empeño que como alcaldesa le puso al festival anual que rendía homenaje al compositor de su tierra y que logró que grandes orquestas y directores de reconocida trayectoria mundial hicieran presencia en Gámbita, para brindar los debidos reconocimientos a un compositor que ni la misma enfermedad logró opacar en su capacidad creativa y con los sentimientos que la pasión por esta música despierta a los sentidos, completaría mi entusiasmo la invitación que la Asociación Socorranos en Acción, liderada por la abogada Sylvia Rugeles, me hizo al homenaje que año tras año, se le rinde al bien llamado cantor de la tierra, José A. Morales, en una convocatoria que tuvo en el Teatro Santander su mejor escenario.
Allí la sorpresa sería mayor, al enterarme que uno de los artistas convocados para este homenaje era el propio Giovanny Parra y su mágica interpretación del bandoneón, para acompañar a un largo listado de artistas locales y nacionales, que hicieron de la velada una verdadera fiesta homenaje al valor que se le debe a nuestra música ancestral.
Muchas serían las sorpresas en esta velada, cómo saber, por ejemplo, qué en el extenso legado musical de José A. Morales, también aparecían tangos como Martha La Presentida, interpretado por el Ensamble Fantasía Musical.
Que la inspiración musical que abrigaba a su paso el artista socorrano, le permitió hasta rendir un homenaje a Benjamín Méndez, el primer piloto que surcaría en un avión Falcón los cielos patrios, a través del bambuco Ricaurte (nombre del biplano).
En el homenaje no podía faltar la presencia musical del compositor de Molagavita Luis María Carvajal, quien, en el año de 1960, en este mismo escenario del Teatro Santander, encontraría la muerte producto de un infarto fulminante, mientras dirigía una presentación de la orquesta sinfónica Santander. Su obra caracterizada por sus notas de alegría y festín, izaron la bandera de su memoria con su obra Soy solterita y me caso.
Aplausos cerrados se llevaría la presentación de Domingo y Argemiro, los reconocidos Hermanos López, verdaderos virtuosos del canto y las cuerdas, con la obra de su creación Santander le canta a Colombia y un cierre inolvidable interpretando una obra del magno tiplista charaleño Pedro Nel Martínez y su pasillo Equivocados.
Me haría eterno y no podría resumir lo que representa este tipo de eventos para enaltecer nuestros grandes valores y nuestra identidad musical, que para fortuna tiene epicentros maravillosos en Santander, como son el Festival del Tiple y el Requinto de Vélez, las fiestas del requinto de Bolívar, el Festival del Tiple Pedro Nel Martínez y el Festival de Duetos Hermanos Martínez en Floridablanca y obviamente, el homenaje anual que sus pueblitos de cuna, le rinden a los compositores y músicos Luis A. Calvo y José A. Morales, amén de los eventos locales Festivalito Ruitoqueño y Festival de Música Andina de la UIS.
A buena hora, en el marco de la Feria Bonita, ahora nos enteramos de un evento en el que venía martillando por años el maestro coreógrafo y bailarín Guillermo Laguna, con la convocatoria a un “tipledromo”, donde más de mil tiplistas se tomarán el Puente Alejandro Galvis Ramírez (la novena), para interpretar las mejores obras musicales hechas para este instrumento nacido en Santander.
Como lo dijo la ex alcaldesa Aidubby Mateus en medio de la afable tertulia: “ser santandereano comienza por honrar nuestras raíces y por eso, ella asegura que con orgullo se presenta como Aidubby, la santandereana”.