Por: Diego Ruiz Thorrens/ Contrario al mensaje que fue compartido en redes sociales por parte de algunos de estos sectores que se envisten como moralmente “superiores” (y que encierran tanto a iglesias LGBTIQ excluyentes, sectores políticos de ultraderecha, entre otros), la marcha LGBTIQ número 21 contó con la participación, no solo de un incontable número de jóvenes que vibraron con la música, la algarabía y la alegría de tomarse las calles, bailando y coreando algunos de los “himnos” de la población LGBTIQ, sino de familias, muchísimas familias compuestas por “papá y mamá” que demostraron su amor, su cariño y simpatía por la diversidad sexual y que también se sumaron a la algarabía revestida de arcoíris, pintada en sus rostros y en la felicidad de sus expresiones y sus sonrisas en la medida que la marcha transcurría.
“El odio nunca vencerá al amor”, escuché corear, casi a pulmón herido, a un joven quien, junto con su esposa y sus dos hijos adolescentes, se sumaron a la marcha de los sectores OSIGD (sectores con orientación sexuales e identidades de género diversa) o simplemente LGBTIQ.
La marcha del orgullo, que tuvo por punto de encuentro la entrada de la pista de atletismo Luis Enrique Figueroa Rey, tomó la carrera 33 en sentido sur – norte para luego desviarse por la histórica calle 36 e, igual que en su versión anterior, tomando la carrera 27, finalizó en el Parque de los Niños, lugar que abrazó a niños, jóvenes, mujeres, adultos mayores, población con discapacidad, migrantes, que disfrutaron de la música, la comida, las banderas y los souvenirs de los más de 45 stands repartidos en el lugar.
Esta, más que una marcha, fue una muestra de que la población LGBTIQ de Santander existe, que está presente y que hoy más que nunca, parece no estar dispuesta a permitir un retroceso social o de sus derechos.
Pero no todo fue brillo o candor en la conmemoración LGBTIQ: a diferencia de años pasados, los coordinadores la marcha 2024 manifestaron que enfrentaron todo tipo de barreras y “jugadillas” de parte de la administración departamental y municipal de Bucaramanga para la realización de esta.
A lo anterior, se sumó el sinsabor que dejó la ejecución de dineros públicos para logística, tarima, iluminación y otros sin el conocimiento del comité pro pride 2024, comité que durante meses estuvo solicitando una logística mínima para la realización de actos culturales de la población LGBTIQ para la población de toda Bucaramanga, dejando la sospecha de prácticas de contratación a dedo que benefician a las mismas organizaciones de siempre que participan en este tipo de eventos.
La respuesta de los gestores de convivencia tampoco fue la de una administración que apuesta por la seguridad y el dialogo entre sectores: en distintos puntos de la marcha, los gestores de convivencia acompañaron a los marchantes con una actitud casi forzada, algunos con rostros de asco y desidia, como el de aquella persona que está siendo forzado a realizar una acción que no desea realizar por voluntad sino por dinero.
Pero fuera de estos percances, la marcha demostró que la integración de los sectores LGBTIQ y la cohesión social es posible, y que al santandereano de a pie, lo que menos le va importar, es si su vecino es o no es homosexual, si quien le atiende o prestar un servicio es un hombre o una mujer trans, o si sus hijos juegan con un menor cuyos padres puedan ser dos mujeres o dos hombres.
El orgullo se vivió a todo nivel, y no solo el que hizo vibrar a toda una ciudad con los colores del arcoíris.
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*Estudiante de Maestría en DDHH y gestión del posconflicto de la Escuela Superior de Administración Pública – ESAP Seccional Santander
X: @DiegoR_Thorrens