Por: Jesús Heraldo Rueda Suárez/ Soledad, he sido amigo del progreso y de las bondades, de los medios electrónicos, vaya que sí, pero no cambio por nada ese trabajo de calle, de visitar y dialogar con la gente, de saber los nombres de las secretarias y gerentes, de la relación de amistad, de negocios y de respeto, del sabor y el olor de la calle, del sol y de las lluvias, de saber dónde vendían las mejores empanadas y rellenas, el mejor jugo, la mejor carne, etc., hoy en día interactuamos es con máquinas, es la soledad consentida, la soledad buscada, la soledad ejercida en el postulado donde cada quien está instalado en su zona de confort, en su muy pequeñito y reducido mundo, donde se cambió el saludo por los “likes” vivimos sumergidos en la dimensión del delirio, sometidos, anestesiados para que no exista dolor por nada de lo que ocurra a nuestro alrededor.
A pesar de la enorme capacidad de conexión con que contamos hoy en día, a través de la tecnología, esta no es suficiente para apaciguar la creciente sensación de soledad en las personas; es más, es precisamente esa capacidad de conexión creo, es lo que provoca un mayor sentimiento de soledad, al preferir las relaciones a distancia (virtuales) que las presenciales, el resplandor de las redes nos engaña, creyendo que tenemos miles de amigos, instalados en la idea absurda de que las personas solas son las ancianas y aquellas que tienen la “desgracia” de no tener internet, ni redes sociales, tenemos la idea de que, el ser observados, nos exime de la soledad.
Muchos de nosotros no fuimos testigos de la barbarie exacerbada en la Segunda Guerra Mundial, ni del espanto criminal de las bombas atómicas, pero estamos siendo testigos y protagonistas de la debacle tóxica desencadenada por las redes sociales, cumpliendo el mandato de vivir bajo los postulados de “primero yo, segundo yo, tercero yo y si queda alguito pa MI, lo que deriva en la soledad del egoísmo.
La soledad electrónica, que se vive hoy en día ha arrojado a las personas a una vida sedentaria, física, intelectual y emocional, convirtiéndolas en el homus informatus, llevando una vida de precario nivel social y cultural, seres encerrados en la aparente seguridad y confortabilidad del hogar, ajenos al sol, al compartir físicamente, a ver la realidad de un mundo callejero, donde para ellos es igual el sol o la luna, rodeados de seres virtuales en un espacio digital masificado.
Hoy se mencionan factores sociales, económicos y culturales: soltería elegida, jóvenes que prefieren viajar, mayor migración laboral y un mayor número de adultos en plenitud, viudos o solos, La conclusión es inequívoca: esta condición de soledad que podría augurar mayor libertad y plenitud, implica también una suerte de abandono y despojo social, es una soledad indiferente y lo es porque se ha convertido en una banalidad, ya no hay una atención por las urgencias y necesidades del otro, es decir vivimos bajo el imperio de la apatía.
Este tipo de soledad que acabamos de describir en mi apreciación, es muy destructivo y nada aporta al buen vivir, veamos la otra cara de la soledad: para ello empiezo por preguntarles: en el caso de que tengamos que encontrarnos con la soledad, ¿qué haríamos? ¿Vamos a dejar de vivir la vida y disfrutarla solo porque no tenemos a nadie a nuestro lado?
Creo que cuando nos encontramos ante la soledad, sentimos la paz que nos permite expandir nuestra mente, liberar nuestra magia y talentos, la soledad nos permite crear y disfrutar con nosotros mismos, considero que la soledad es el verdadero origen de la creatividad, cuando pasamos tiempo con nosotros comenzamos a trabajar y colocar en paz nuestra mente, es así como aquellos condicionamientos impuestos por nuestro entorno se van difuminando.
La solución a todo esto se encuentra en nosotros, pero no la vemos, y no lo hacemos porque hay que hacer algo muy importante: realizar acciones que, por inercia, parece que deben hacerse solo con otras personas, pero, sobre todo, es necesario liberarnos de esa creencia de que la soledad es negativa cuando en realidad puede ser una de las experiencias más enriquecedoras que jamás hayamos podido vivir.
“¿Qué es la soledad? La soledad es un reencuentro consigo mismo y no debe ser motivo de tristeza, es un momento de reflexión, ¿Cuál es la clave? Identificar si nuestra soledad es voluntaria o forzosa, momentánea o permanente, enriquecedora o demoledora, porque, mientras la soledad creativa expande nuestro mundo y la necesidad de exploración o aventura, la autoimpuesta conduce a una disminución del impulso vital y a perdernos la maravillosa oportunidad de sentir y crear con otros.
En muchas ocasiones hacemos verdaderas tonterías para evitar estar solos, entablamos unas relaciones toxicas con otras personas, hacemos cosas por otras personas para no “perderlas” aunque en realidad esas personas no nos apetezcan, en definitiva, una serie de acciones que realizamos para que los demás no escapen de nuestra vida, porque estar solo no es algo que concibamos como posible.
Les pregunto ¿Hemos ido alguna vez al cine solos? ¿nos hemos animado a cenar en nuestro restaurante favorito sin nadie más? ¿Cuántas veces hemos renunciado a un plan porque nadie quiso acompañarnos? Como podemos darnos cuenta muchas veces nos limitamos y no disfrutamos de lo que nos apetece cuando así lo deseamos, solo por el hecho de no tener a nadie a nuestro lado, esta es una de las mayores tonterías que podemos hacer.
Es verdad que habrá gente a nuestro alrededor que nos mirará raro, quizás nuestra familia y amigos nos diga que estamos “mal de la cabeza” por irnos solos a un bar o a una discoteca, lo que nos instará a hacerles caso y alimentará esa creencia errónea que aún no hemos podido eliminar de forma completa, pero, si seguimos fieles a nosotros, si no sacrificamos ese disfrute por no tener acompañantes, entonces descubriremos todo un mundo de posibilidades.
“La mejor manera de ser feliz con alguien es aprender a ser feliz solo. Así la compañía es una cuestión de elección y no de necesidad”. (Mario Benedetti)
Claro que debemos sentir miedo al rechazo a sentirnos fuera de lugar. Pero ¿quién sabe si en ese lugar, de repente, encontremos a alguien más? No es que vayamos con ese objetivo, tenemos que disfrutar, pero todo se puede dar porque, aunque no lo creamos, hay algunas personas que hacen cosas solas y que disfrutan de esa soledad, dándole igual y sin importar lo que puedan pensar los demás.
El miedo que tenemos a la soledad es fruto de una intensa inercia por depender de los demás, depender de nuestra familia, de nuestra pareja, de nuestros amigos no solo para hacer cosas, a veces hasta para poder vivir, cuando nos encontramos con la soledad somos libres, debemos dejar el miedo a soltar, y dejar de atarnos a aquello que nos proveía una sensación de seguridad.
Claro que da vértigo darnos cuenta de que no estamos acompañados por nadie, donde solo nos tenemos a nosotros, pero es necesario y enriquecedor tener momentos para estar con nosotros mismos de vez en cuando, así, podemos chequearnos y ver cómo nos encontramos y sentimos, la soledad no es negativa, siempre y cuando no la llevemos al extremo.
Si el miedo a la soledad nos paraliza o evita que vivamos felices, hagamos este ejercicio:
Llevemos un cuaderno, un libro o un periódico a un café y pasemos un rato a solas, no hagamos caso a la necesidad de revisar el celular o cualquier otro dispositivo cada minuto, concentrémonos en disfrutar ese momento y relajarnos, recordemos que la soledad puede ser un buen momento para entrar en auto contacto y enfrentarnos a nuestros miedos e inseguridades, la soledad nos permitirá gestionar y ordenar nuestros pensamientos y sentimientos.
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*Profesional en Mercadeo
Twitter: @heraldoru
La soledad es la mejor compañía, nos hace sabios y selectivos.
Todas las personas experimentamos soledad en algún momento de nuestras vidas, pero realmente no estamos solos; podemos encontrar Apoyo, Consuelo y Amor en nuestra relación con Dios…pues Él lo Llena Todo.
Gracias por tan maravillosa Columna.