Por: Fray Andrés Julián Herrera Porras, O.P/ Una camioneta del ejército envistió una buseta escolar en Bogotá. Esa fue la noticia de la mañana del jueves 7 de marzo de este 2024.
No quiero realizar aquí una condena a quien conducía el vehículo, desconozco las razones del accidente y estoy seguro de que el mismo fue eso, un accidente. Sin embargo, quiero aprovechar el suceso para que pensemos un poco entorno a las prioridades de nuestro Estado.
En Bogotá, más que en otras ciudades —no quiere decir exclusivamente—, es muy común encontrarse en la vía con algunos gamonales revestidos con el poder estatal que se refleja en lujosas camionetas blindadas que se abren paso por la ciudad, camionetas 4×4 que se movilizan a toda velocidad sin oposición de semáforos, porque los mismos son bloqueados por agentes del Estado, demostrando que en Colombia las normas de tránsito son para los de ruana.
Las irregularidades de estos señores, que son la muestra viva del ejercicio del poder de forma patriarcal por parte del Estado, no se reduce al uso de sus vehículos en movimiento; también abusan de los lugares de parqueo, un ejemplo claro en Bogota se da en la zona G, más específicamente en la calle 65 entre carrera 7 y 4, se suelen ver estacionados vehículos de alta gama —con complicidad evidente de la policía qhe incluso escolta los mismos vehículos— cuando a lado y lado de la calle está prohibido el parqueo. Vaya uno, de afán, a dejar por ahí mal parqueado un vehículo a ver si lo encuentra al regreso.
El espacio público es para todos, sin embargo, muchos creen que por tener un vehículo determinado —muchas veces a costa de los impuestos del pueblo— son más importantes que los que andamos a pie, bien lo dice Virgina Woolf “de ahí la enorme importancia que tiene para un patriarca, el creer que debe conquistar, que debe gobernar, el creer que un gran número de personas, la mitad de la especie humana, son por naturaleza inferiores a él.” Morirán engañados y engañándonos.
Las ciudades, que deberían ser pensadas para el disfrute de todos, se piensan para los vehículos. Peor aún, nuestras urbes están pensadas para algunos vehículos, para los de aquellos que tienen poder. Los elegimos y enriquecemos para que luego nos atropellen.
Sé que el problema que menciono, o, mejor aún, el síntoma que estoy denunciando, no es más que eso, un síntoma de un mal mucho mayor. Estamos en una sociedad pensada para enaltecer a unos pocos a cambio de la opresión de otros muchos. No es algo nuevo, pero es algo que sigue allí.
Una sociedad mejor pensada daría prioridad a un cargamento de lápices antes que a uno de armas; sin embargo, ahora mismo, estamos muy preocupados por buscar países de donde importar las armas que se le compraban a Israel, mientras poco nos preocupa la gratuidad real de la educación o la urgencia que debería plantearnos la ausencia de seguridad —soberanía— alimentaria.
No se trata aquí de generar un llamado a una lucha de clases, no creo tener tal poder, ni requerir difuminar más odio en esta sociedad polarizada. Quiero que nos compadezcamos de esos pobres que son gobernados, según la misma Virginia, por “el instinto de posesión, el frenesí de adquisición, que los empujaba a desear perpetuamente los campos y los bienes ajenos, a hacer fronteras y banderas, barcos de guerra y gases venenosos; a ofrecer su propia vida y la de sus hijos”. Pobres infelices, condenados a un sí mismo vacío de humanidad.
El autodenominado “gobierno del cambio” se puede quedar en un mero cambio de gobernante si no se da un cambio estructural y cultural. El verdadero cambio que requerimos depende de todos. Es tiempo de decirle a esos patriarcas gamonales —de derecha y de izquierda— que nos cansamos de sus formas. Es tiempo de exigir al Estado la concentración de su accionar en procura del bien común, de la dignificación de todos. Ojalá usted que me lee lo haga en el día a día, a partir de una veeduría real.
Apuntaciones
- Otra muestra de las prioridades del Estado se evidenció con la actuación del Esmad en medio de las manifestaciones del 8M y la falta de actuación efectiva ante los índices de violencia en contra de la mujer en el día a día.
- Seguimos sin fiscal, ¿Qué esperan señores —gamonales— que están a cargo de dicha elección?
- Se lanzó el libro de Gabriel García Márquez a pesar de que él mismo no quería que se publicara. Obviamente lo leeremos, sin embargo, queda la duda de si se trata de una apuesta por enriquecer la obra o a sus herederos.
…
*Abogado. Estudiante de la licenciatura en Filosofía y Letras. Miembro activo del grupo de investigación Raimundo de Peñafort. Afiliado de la Sociedad Internacional Tomás de Aquino.
Twitter: @FrayGato
Instagram: @FrayGato